lunes, 13 de julio de 2009


Ayer soñé con una casa rosada. Soñé que podía caminar entre las nubes y ver todo el mundo desde arriba, y afortunadamente no me daba vértigo. Soñé que una vocecita me decía al oído "oye, deja de pensar tanto y solo actúa. Las cosas de improvisto a veces son las mejores". Y yo trataba de adivinar quién o qué era, buscaba y buscaba y nunca encontré alguna pista. Soñé que la cabeza me daba mil vueltas y todo era de colores confusos, de formas extrañas y todo borroso. Luego soñé que tomabas mi mano y me llevabas a correr sobre el agua, y reíamos, reíamos como nunca, de nada y por nada. Soñé que viajaba a Venecia y andábamos en góndolas, como siempre quise, y me compraba un auto italiano que no me servía de mucho ya que no sé manejar, pero en el sueño aprendí en un segundo, entonces recorría las calles de Italia y llegaba a Japón, donde me compraba uno de esos vestidos que tanto me gustan. Soñé que venías a casa a visitarme y al fin me sacabas a algún lugar, que me decías te quiero y yo te sonreía con esa sonrisa de estúpida que haces que se me salga a veces. Soñé que terminaba los estudios, cuarto medio me decía adiós y la carrera de teatro me daba una cálida bienvenida, entonces así luego actuaba en una de esas compañías con las que siempre he soñado.

Soñé, soñé, y soñé tantas cosas, que esto es lo único que recuerdo. Y oye, ¿Debería hacerle caso a esa vocecita? Quién sabe, después de todo sólo fue un sueño. A veces los sueños son deseos frustrados, son cosas reiteradas o simplemente sueños, cosas locas sin importancia.

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