viernes, 3 de septiembre de 2010

Su mirada estaba en el suelo, fija, clavada, siendo casi una sóla con esa fría cerámica. Volteó, sonrió, calló y caminó. No había nada que decir, nada que escuchar, nada que entender. Quería dejar de pensar y de sentir, por lo que cerró aquella puertecita a su mente/corazón y no dejó que volvieran a entrar, al menos por esas horas que restaban del día, lo único que necesitaba era llegar a su casa, tomar su almohada y dormir; y O L V I D A R.
¿Y él? Él no hizo nada, sólo la miró, observó cómo lentamente se alejaba y lo apartaba de su camino, de sus sueños, de su v i d a. ¿Por qué?
Porque él también temía a entregarse.

1 comentario: